¿En qué momento de la historia pasamos de no tener la necesidad de estar bronceados a modificar nuestros hábitos sociales en busca de obtener un “adecuado” color de piel?
Cada vez somos más conscientes de lo perjudicial que es la exposición solar intensa para nuestra piel, pero los cánones de belleza nos siguen exigiendo un tono bronceado. Estamos más guapos, más sanos y hemos disfrutado más de nuestras vacaciones si estamos morenos.
En este cambio de concepto han intervenido múltiples factores socioculturales como la revolución industrial, el tipo de ocio en vacaciones, grandes diseñadores de moda, el cine y sus estrellas, o la reducción de la jornada laboral.
Antes del siglo XVIII y XIX una piel morena era un signo de trabajo, y en la mayoría de casos, de trabajos poco cualificados al aire libre, en el campo y en ambiente rural. Durante esta época de revolución industrial cada vez más personas comienzan a trabajar en fábricas y espacios cerrados, por lo que tener una piel bronceada es ahora signo de disfrutar de más tiempo libre y de ocio.
A todo lo anterior hay que sumar que en la primera mitad del siglo XX se producen las primeras reducciones progresivas de la jornada laboral. Los trabajadores consiguieron una reducción de hasta un tercio de las horas de la jornada semanal. Menos horas de trabajo supuso un aumento de las horas libres de las familias, sobre todo de ocio. En una sociedad de consumo como la que vivimos, el nicho de negocio estaba abierto y comenzaron a promocionarse diferentes actividades al aire libre, tanto en parques como en playas. Se construyeron residencias y lugares de ocio en zonas costeras, con el consiguiente aumento de horas de exposición solar de la población general. En estos años, no sólo se produjo un cambio en la forma de gestionar el tiempo libre, sino que fue aumentando progresivamente el número de personas que practicaban deportes al aire libre por placer, no de forma profesional.
Podemos decir que se produjo un cierto cambio de paradigma social, es decir, la persona que lucía un fantástico bronceado no era aquella que trabajaba al aire libre, sino la que tenía más tiempo de ocio, podía disfrutar de unas vacaciones en la costa e incluso hacer deporte al aire libre.
También la moda jugó un papel primordial en los cambios de hábitos de la sociedad frente al sol. Diseñadoras de moda tan influyentes como Coco Chanel promovieron el bronceado con afirmaciones como “la mujer debe estar morena” y “el bronceado dorado es el exponente de la sofisticación”. Otras figuras de moda, en este caso del mundo del cine, también popularizaron el bronceado. Varias actrices de la época, como Úrsula Andrews, aparecían luciendo su piel bronceada. Estas escenas, en muchos casos revolucionarias, han quedado como imagen cultural de una época y como iconos de la historia del cine.
Gradualmente, el mundo de la moda fue introduciendo cambios en los trajes de baño, dejando al descubierto cada vez más piel. Estos trajes, inicialmente casi completos, fueron eliminando porciones, dejando al descubierto los brazos y piernas. El máximo exponente de este cambio fue la introducción del bikini, diseñado por primera vez en 1946 por Louis Reard, y alcanzando un uso generalizado a partir de los años 60. Obviamente, si la cantidad de piel que se muestra es mayor, también lo será el grado de exposición solar.
Es cierto que todos estos acontecimientos llegaron algo más tarde a países como España, o no son aplicables a otras razas como la asiática en las que se sigue considerando, en determinadas zonas, la piel blanca como signo de pureza y clase alta social, frente a la piel morena de grupos de individuos con trabajos al aire libre.
Debemos tener siempre en cuenta por qué nos comportamos como lo hacemos y por qué la sociedad establece determinados cánones de belleza, sin perder de vista la salud de nuestra piel, que necesita al sol pero en su justa medida y sin excesos.
Dr. Jesús Hernández-Gil Sánchez